Texto ciclo 7
- En busca de poetas
- 28 ago 2019
- 4 Min. de lectura
Partida
A Enrique Blanco, in memoriam
Esa luz inmóvil en sus ojos
sólo puede revelar la tibieza perdida.
Si el vino y el Sol
pudieran reunirse de nuevo en su cuerpo
no tendría que pintar el alba de miedo
ni ocultar su sangre entre la hierba.
¡Qué inútil se ha vuelto la alegría en esta hora!
¡Qué vacío el aire
y qué duros los mordiscos del silencio!
Pérdida
Ardua tarea imaginar la luz
después de extraviarla entre la niebla.
Un fulgor lejano:
la transparencia debilitada por la cerrazón
El alba minúscula finalmente desterrada.
Sin tiempo
Férrea la luz que se asoma en los ojos de la muerte,
férrea su dura caparazón, hecha de tiempo y limo,
de ebrias palabras que se aprietan entre sí,
en la hinchazón de la boca que se pudre.
No pude ver el mar,
no supe.
Y ya no hay tregua para hundirse entre las olas,
y es el agua la que cruje,
la memoria de los huesos que se aplastan en la noche.
Sobre la caída
Auscultas el latido de la noche:
puras palpitaciones atolondradas
y un silencio creciente que te arrebata la serenidad.
¿En qué aire encontrar algo menos siniestro
que tu propia caída entre los árboles sin sombra?
Las dos orillas
Tú estás en ambas orillas
Lucía Estrada
Has entrado en el relámpago para beber de su luz
y luego de saciarte te descubres en la otra orilla.
Sientes cómo la niebla baja por tu garganta
y comienza a apoderarse de tus palabras.
Experimentas el esplendor en su máximo frenesí
y te sabes poseedora de la sombra.
Entiendes que todo lo oscuro
se aposenta en tu lengua
y las voces que fluyen se emparentan con el silencio.
Liberación
Hay que soltar al pájaro
precipitarse
ser legión de cantos
resplandecer en el vértigo:
caer en la escritura
mientras se descifra el color de un ala muerta.
Intemperie
¿Por qué hay que ser siempre huérfanos?
¿Por qué no existe un latido
que pueda amamantarnos?
¿Por qué no nos es dado alucinar
mientras masticamos nuestras propias raíces?
Resistir
¿Para qué hablar del abandono?
¿Para qué nombrar el puente,
el camino y la flor de la perdición?
No vale reinventar la palabra cruzar.
El fango delata el límite,
la puerta del no-regreso.
Sólo me falta desprenderme de mí misma,
dejarme a la deriva entre la niebla.
No está en mí el verbo resistir.
Inutilidades
Enciendes la antorcha
y pones el primer pie en el laberinto.
La luz es inútil
cuando existe la necesidad de perderse.
Perdición
Hoy
el silencio
se pudre en la mirada.
No existe palabra
que pueda salvarlo
de las moscas.
Juramento
Que se incendie la noche
si la hoguera fue mía
si la risa respiró por mis labios.
Hipótesis tardías
Si mi casa estuviera hecha con palabras
no me calcinaría el silencio,
la humedad y las grietas
no serían más que metáforas del frío
que se alimenta con mis huesos.
Si mi morada fuera un poema
tendría una fuente en la mitad del patio
y las monedas oxidadas
por la memoria de tantos deseos perdidos
no hablarían en los bolsillos del hambre.
Si la argamasa de los muros
estuviera hecha de aliento incontenible,
si las vocales llenaran las horas
con ese humo que no asfixia,
sería difícil desprenderse del fuego,
alejarse cuando el crepitar se hace canto
y la luz sube por la garganta:
no mediarían en la atmósfera
los vocablos de la muerte,
no podría, como ahora,
olvidar la manera de respirar.
Cartografía
Trazo el poema y su desnudez me aterra.
El fervor con que se aferra al papel
es el mismo de la sangre en tránsito.
Cada palabra es una iluminación
que antecede a la niebla,
un paso certero hacia el abismo.
Y esa verdad de tinta que se enreda en los ojos,
ese mapa de horas a punto de extinguirse
se convierte en la memoria inútil de tu tiempo.
La sombra es ahora un pájaro del que no puedes huir.
Toda la música de lo escrito arde en tus venas
y te condena a tu propia destrucción.
Primogénito
Fui la segunda del matrimonio de mis padres
Casi siempre el primer hijo recibe la herencia
y los mejores regalos
Sin embargo
yo tuve la mejor habitación
cortinas de color rosa
estampadas con elefantes
jirafas y osos
Tuve lujos
vestidos bordados a mano
muñecos de felpa
y vajillas de té
A mi hermano El Primogénito
desde el día en que nació
lo destinaron al jardín de atrás
a ser comida para pájaros
a quedarse dormido debajo de la lluvia
sin protestar
Siempre ha estado allí
aspirando los vapores de la tierra
acompañado por los rosales
las cecilias
y las matas de sábila
que la tía Enid me daba contra la bronquitis
A mi hermano mayor
desde su primer día
le asignaron un lugar en el polvo
un epitafio sin cruz
y un nombre que pronuncio todos los días
desde mi habitación lujosa
cuya ventana tiene vista sobre su casa
enterrada
en el patio trasero de mi corazón
A Luis Gabriel, in memoriam
Embargo
He quedado endeudada
con todo el mundo
Vienen a mi habitación
a ver mis pertenencias
y me llevan a mí misma
–que soy lo único que tengo–
Ahora ya no tengo nada
Sobre las pérdidas
Inútil el vuelo de la voz
cuando su ancha desnudez
se ofrece al tacto del silencio.
Inútil el río de la escritura
su pálpito desquiciado
el aire de las palabras
y su ilación con el vacío.
Inútil permanecer en la orilla
atado a la memoria de lo que no es.
Inútil respirar lo que no existe.
Espera
Al poema se le agota el tiempo para escribirse. El poeta se está durmiendo sobre la página. Que el poema venga y se acomode para que el poeta descanse. Que el poema no tiene toda la vida para ser escrito. Que el poeta no tiene toda la muerte para esperar.
Bullicio
Sé que hay un bullicio entre el silencio. Eso lo sé. Sé que el silencio es apenas una máscara del grito. Sé que una flor estruendosa baila en sus raíces. Sé que todo el germen del lenguaje habita en el alma de lo impronunciable.
Lenguaje imposible
Es duro revelarle al alma su tosca desazón. Es arduo trabajar a solas donde únicamente te visitan las moscas, donde las palabras apenas se miran por primera vez y ya se detestan.
Aire vacío
Al ausentarse de la propia sombra es posible habitar la luz. Uno se sumerge entre la niebla y habla a ciegas de las cicatrices del abismo. Se alcanza a presenciar el vacío entre los huesos. Se
llega a descubrir que no es posible volver a poblar el mismo cuerpo. Se palpa la desembocadura de la herida. Se respira el olvido.
Contemplación
“Tendrías que habituarte a mirar las palabras
como ojos que te miran”
Edmond Jabès
Qué mirada punzante
Cómo arde la lengua
cuando las palabras me miran
Y la aridez de la saliva
Y el espeso río de la voz:
la temida desembocadura del silencio
Derrumbe
Detrás de la puerta
dejé colgados los recuerdos
Pronto demolerán la casa
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