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  • Foto del escritorEn busca de poetas

Texto ciclo 7

Partida


A Enrique Blanco, in memoriam


Esa luz inmóvil en sus ojos

sólo puede revelar la tibieza perdida.

Si el vino y el Sol

pudieran reunirse de nuevo en su cuerpo

no tendría que pintar el alba de miedo

ni ocultar su sangre entre la hierba.

¡Qué inútil se ha vuelto la alegría en esta hora!

¡Qué vacío el aire

y qué duros los mordiscos del silencio!


Pérdida

Ardua tarea imaginar la luz

después de extraviarla entre la niebla.

Un fulgor lejano:

la transparencia debilitada por la cerrazón

El alba minúscula finalmente desterrada.


Sin tiempo

Férrea la luz que se asoma en los ojos de la muerte,

férrea su dura caparazón, hecha de tiempo y limo,

de ebrias palabras que se aprietan entre sí,

en la hinchazón de la boca que se pudre.

No pude ver el mar,

no supe.

Y ya no hay tregua para hundirse entre las olas,

y es el agua la que cruje,

la memoria de los huesos que se aplastan en la noche.


Sobre la caída

Auscultas el latido de la noche:

puras palpitaciones atolondradas

y un silencio creciente que te arrebata la serenidad.

¿En qué aire encontrar algo menos siniestro

que tu propia caída entre los árboles sin sombra?


Las dos orillas

Tú estás en ambas orillas

Lucía Estrada

Has entrado en el relámpago para beber de su luz

y luego de saciarte te descubres en la otra orilla.

Sientes cómo la niebla baja por tu garganta

y comienza a apoderarse de tus palabras.

Experimentas el esplendor en su máximo frenesí

y te sabes poseedora de la sombra.

Entiendes que todo lo oscuro

se aposenta en tu lengua

y las voces que fluyen se emparentan con el silencio.


Liberación

Hay que soltar al pájaro

precipitarse

ser legión de cantos

resplandecer en el vértigo:

caer en la escritura

mientras se descifra el color de un ala muerta.


Intemperie

¿Por qué hay que ser siempre huérfanos?

¿Por qué no existe un latido

que pueda amamantarnos?

¿Por qué no nos es dado alucinar

mientras masticamos nuestras propias raíces?


Resistir

¿Para qué hablar del abandono?

¿Para qué nombrar el puente,

el camino y la flor de la perdición?

No vale reinventar la palabra cruzar.

El fango delata el límite,

la puerta del no-regreso.

Sólo me falta desprenderme de mí misma,

dejarme a la deriva entre la niebla.

No está en mí el verbo resistir.


Inutilidades

Enciendes la antorcha

y pones el primer pie en el laberinto.

La luz es inútil

cuando existe la necesidad de perderse.


Perdición

Hoy

el silencio

se pudre en la mirada.

No existe palabra

que pueda salvarlo

de las moscas.


Juramento

Que se incendie la noche

si la hoguera fue mía

si la risa respiró por mis labios.


Hipótesis tardías

Si mi casa estuviera hecha con palabras

no me calcinaría el silencio,

la humedad y las grietas

no serían más que metáforas del frío

que se alimenta con mis huesos.

Si mi morada fuera un poema

tendría una fuente en la mitad del patio

y las monedas oxidadas

por la memoria de tantos deseos perdidos

no hablarían en los bolsillos del hambre.

Si la argamasa de los muros

estuviera hecha de aliento incontenible,

si las vocales llenaran las horas

con ese humo que no asfixia,

sería difícil desprenderse del fuego,

alejarse cuando el crepitar se hace canto

y la luz sube por la garganta:

no mediarían en la atmósfera

los vocablos de la muerte,

no podría, como ahora,

olvidar la manera de respirar.


Cartografía

Trazo el poema y su desnudez me aterra.

El fervor con que se aferra al papel

es el mismo de la sangre en tránsito.

Cada palabra es una iluminación

que antecede a la niebla,

un paso certero hacia el abismo.

Y esa verdad de tinta que se enreda en los ojos,

ese mapa de horas a punto de extinguirse

se convierte en la memoria inútil de tu tiempo.

La sombra es ahora un pájaro del que no puedes huir.

Toda la música de lo escrito arde en tus venas

y te condena a tu propia destrucción.


Primogénito

Fui la segunda del matrimonio de mis padres

Casi siempre el primer hijo recibe la herencia

y los mejores regalos

Sin embargo

yo tuve la mejor habitación

cortinas de color rosa

estampadas con elefantes

jirafas y osos

Tuve lujos

vestidos bordados a mano

muñecos de felpa

y vajillas de té

A mi hermano El Primogénito

desde el día en que nació

lo destinaron al jardín de atrás

a ser comida para pájaros

a quedarse dormido debajo de la lluvia

sin protestar

Siempre ha estado allí

aspirando los vapores de la tierra

acompañado por los rosales

las cecilias

y las matas de sábila

que la tía Enid me daba contra la bronquitis

A mi hermano mayor

desde su primer día

le asignaron un lugar en el polvo

un epitafio sin cruz

y un nombre que pronuncio todos los días

desde mi habitación lujosa

cuya ventana tiene vista sobre su casa

enterrada

en el patio trasero de mi corazón

A Luis Gabriel, in memoriam


Embargo

He quedado endeudada

con todo el mundo

Vienen a mi habitación

a ver mis pertenencias

y me llevan a mí misma

–que soy lo único que tengo–

Ahora ya no tengo nada


Sobre las pérdidas

Inútil el vuelo de la voz

cuando su ancha desnudez

se ofrece al tacto del silencio.

Inútil el río de la escritura

su pálpito desquiciado

el aire de las palabras

y su ilación con el vacío.

Inútil permanecer en la orilla

atado a la memoria de lo que no es.

Inútil respirar lo que no existe.


Espera

Al poema se le agota el tiempo para escribirse. El poeta se está durmiendo sobre la página. Que el poema venga y se acomode para que el poeta descanse. Que el poema no tiene toda la vida para ser escrito. Que el poeta no tiene toda la muerte para esperar.


Bullicio

Sé que hay un bullicio entre el silencio. Eso lo sé. Sé que el silencio es apenas una máscara del grito. Sé que una flor estruendosa baila en sus raíces. Sé que todo el germen del lenguaje habita en el alma de lo impronunciable.


Lenguaje imposible

Es duro revelarle al alma su tosca desazón. Es arduo trabajar a solas donde únicamente te visitan las moscas, donde las palabras apenas se miran por primera vez y ya se detestan.


Aire vacío

Al ausentarse de la propia sombra es posible habitar la luz. Uno se sumerge entre la niebla y habla a ciegas de las cicatrices del abismo. Se alcanza a presenciar el vacío entre los huesos. Se

llega a descubrir que no es posible volver a poblar el mismo cuerpo. Se palpa la desembocadura de la herida. Se respira el olvido.


Contemplación

“Tendrías que habituarte a mirar las palabras

como ojos que te miran”

Edmond Jabès

Qué mirada punzante

Cómo arde la lengua

cuando las palabras me miran

Y la aridez de la saliva

Y el espeso río de la voz:

la temida desembocadura del silencio


Derrumbe

Detrás de la puerta

dejé colgados los recuerdos

Pronto demolerán la casa

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